martes, 8 de enero de 2013

Estética política #1. Ventriloquía




La democracia es, fundamentalmente, una estética. La base de los sistemas representativos es el lapso que instituye entre el agente político (el votante) y el ejercicio de su soberanía, que es remitida a un tercero (el representante electo).


La clave de la democracia es por tanto la mediación de la acción política: ésta ya no se ejerce de manera in-mediata, sino diferida a través del pacto de confianza entre ciudadano y representante.

Según la doctrina constitucionalista, la esencia de esta dinámica es la delegación, y la esencia del político es la de delegado. El gobernante sería un "empleado" del pueblo, un asalariado en-cargado de una determinada tarea.
 
 




La estética política contemporánea se esfuerza muy perversamente por favorecer la identificación del votante con el gobernante. Si antiguamente los mandatarios constituían una clase social privilegiada, hoy en día el político se esfuerza por resultar un persona como cualquier otra.

Probablemente el tránsito desde la presentación del gobernante como aristócrata al gobernante como ciudadano ejemplar sea uno de los más ingeniosos inventos de la revolución americana. En EEUU una de las condiciones fundamentales del presidente es la ejemplaridad: honrado padre de familia, eficiente en el trabajo, firme en su ideario moral, profundamente humano y hogareño. Para que esa estructura democrática funcione es fundamental la visibilización de ese "personaje" político, mucho más importante que su programa.

La política de la representación es, por su esencia misma, icónica: para el gobernante, la gestión de lo visible y lo invisible de sus acciones es fundamental; el tele-gobierno es una estructura comunicativa, iconológica, semiótica, únicamente estética. El duelo entre partidos es una contienda entre seductores.





Yerran seguramente los activistas que inspiran a desenmascarar a los políticos, pues tal voluntad es irrealizable: no pueden ser desenmascarados, pues su esencia misma es la de máscara de un cuerpo sin sustancia... o mejor dicho, de sustancia meta-política, pre-política, incluso a-política (en el sentido de a-ideológica): detrás del atrezzo se esconden otros agentes de poder, fundamentalmente el capital.

Pero... ¿quién es el capital? ¿Son acaso los grupos industriales o financieros? El capital somos nosotros, el único ser propio de esa nada que es el dinero.

Produce vértico reconocer la culpa de que los males políticos son resultado de nuestras acciones, o más específicamente:de nuestros hábitos, de nuestra forma de vida. Yo apoyo la guerra de Irak cuando pido que baje el precio de mi gasolina... una larguísima (infinita) cadena de reverberaciones entre causas y efectos éticos y estéticos de seducción y enamoramiento conscientes e inconscientes virtuales y actuales... legible desde mil códigos, pero impensable sin tí y sin mí. El juego retórico de iconos balbuceantes que es la política sólo se sostiene por nuestra participación. La única desobediencia civil es la desatención.

Política es ventriloquía, manos que mueven muñecos, bocas que se sincronizan con discursos pronunciados por voces ajenas, ficción colectiva. El corazón del ángel, Minority Report, Shutter Island: toda la vida investigando la conspiración secreta, buscando a la mano negra, el poder en la sombra, la mano que mece la cuna... y detrás de la última puerta, sólo una presencia: desde el principio, el ventrílocuo eras tú.

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