sábado, 12 de enero de 2013

Estética política #3: Etología del animal político



¿Cómo es posible que tantos hombres, ciudades y naciones soporten a veces cualquier cosa de un tirano, que no tiene más que el poder que se le da, que no tiene el poder de perjudicar más que cuando se le quiere prolongar y que no podría hacer ningún daño, a no ser que se prefiera sufrirlo antes de contradecirlo? ¡Cosa verdaderamente sorprendente (y, sin embargo, tan común que es preferible llorar que extrañarse)!; ver a millones de millones de hombres miserablemente esclavizados, sometidos, con la cabeza baja, a un yugo deplorable, y no porque estén obligados por una fuerza mayor, sino porque están fascinados y, por así decirlo, hechizados por el nombre de uno solo, al que no debieran temer porque está solo, ni amar, pues es inhumano y cruel con ellos.

Etienne La Boètie, “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”, 1548




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La forma más elemental al mismo tiempo que la razón más general de la creencia religiosa no es otra que la deuda del sentido: lo que durante milenios los hombres han reconocido deber a los dioses…
Comprender por qué los hombres han querido ser universalmente deudores, por qué las sociedades han pensado también obstinadamente que sus razones dependían de otra cosa que de ellas mismas, es comprender por qué hay un estado posible en un momento del desarrollo humano-social.

Marcel Gauchet, “La dette du sense et les racines de l´Etat, politique de la religión primitive”


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Profundamente racional, profundamente conforme con el sistema, profundamente reformista, el crítico permanece en la esfera de lo criticado, le pertenece, no supera más que un término de posición, no la posición de los términos. Y profundamente jerárquico: ¿de dónde le viene al crítico la fuerza sobre el criticado? ¿sabe más? ¿es el profesor, el educador? ¿es, por tanto, la universalidad, la unidad, el estado, la ciudad inclinándose sobre la infancia, la naturaleza, la singularidad, lo oscuro, para elevarse hacia sí?

(…)

Mirad a los proletarios ingleses, lo que el capital, es decir, su trabajo ha hecho de sus cuerpos. Pero me diréis: es eso o morir. ¿Quizás creéis realmente que hay una alternativa entre eso o morir? ¿Y que si se hace eso, si se convierte en un esclavo de su máquina, en la máquina de la máquina, ocho horas diarias, doce horas hace un siglo, es porque se está obligado, coaccionado, porque se quiere vivir? La muerte no es una alternativa a eso; es una parte, atestigua lo que hay de placer en ello, los “sin trabajo” ingleses no se han hecho trabajadores para sobrevivir, han… gozado del agotamiento histérico, masoquista, y yo qué sé qué más, de aguantar en las minas, en las fundiciones, en los talleres, en el infierno, han gozado en y de la loca destrucción de su cuerpo orgánico que les estaba ciertamente impuesto, han gozado cuando se les imponía, han gozado de la descomposición de su identidad personal.

Jean-François Lyotard, "Economía libidinal"

2 comentarios:

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